ADVERTENCIA AL LECTOR
Compartimos a través del diario, semanalmente un capítulo de la novela. Cualquier similitud con la realidad, es pura coincidencia.
Sepa que va a leer algo muy serio.
Por: Victoria Karamazov
Desde hacía más de quince años, un profundo lazo unía a estos tres. Dejando atrás las penurias económicas y su trabajo mal remunerado en un call center, habían encontrado en la interpretación de psicofonías su verdadera pasión.
No se deje llevar por los apodos de algunos de los protagonistas de esta historia. Pueden parecer graciosos, pero detrás de cada relato hay cuestiones oscuras, dilemas morales, secretos que salen a la luz y, por supuesto, siempre en primer plano: la vida de un muerto.
Pasto Seco, el Negrito que Habló con Dios, Patafina o el Hachero con Chofer han sido mucho más que su reputación.
CAPITULO 1 continuación
EL GORDO PORNO
Me cuesta hablar en serio. Así empezó el Gordo Porno su sesión con el analista.
Había ignorado durante todo el día los mensajes de sus compañeros, ya sabía lo que le querían contar; a él siempre se la quieren contar, pero él ya la sabe.
Los sucesorios se cerraban en tiempo récord al conocer a través de las psicofonías, los pormenores de la vida del causante. Sus secretos, aquello que nunca salía a la luz gracias a su trabajo, se veía con claridad.
Además de honorarios jugosos, fueron años de regalos costosos de familias agradecidas, contactos, reputación… todo cuantificable en pesos, pero no en paz. Porque si al Gordo Porno en ese momento le preguntaban qué era lo que más anhelaba, sin dudas, hubiera contestado: paz.
El Gordo quería dormir tranquilo, de una vez.
—Así que su nombre es Silvio Mariano Saldón, pero me dice que lo conocen como Gordo Porno. ¿Cómo quiere que lo llame? Yo creo que lo mejor será decirle Mariano, ¿está de acuerdo? —preguntó un joven psicólogo, mientras anotaba en una ficha los datos de su nuevo paciente.
—Mariano me dice mi madre. Si no le molesta, yo soy el Gordo Porno; hasta los jueces me agendan de ese modo.
Ignorando el pedido, el psicólogo inició la charla con un:
—Mariano, cuénteme más de eso que mencionó en la entrevista de admisión. ¿Qué pensamiento es el que no lo deja en paz?
+La primera sesión duró cuarenta minutos, pero para el Gordo Porno habían pasado solo cinco. Su necesidad de desahogarse lo había llevado a resumir su problema de sueño en dos o tres anécdotas y un chiste. Habló rápido y no dijo mucho.
Recién después de cuatro meses, gracias a impostergables encuentros dos veces por semana, se empezó a soltar:
—Jaime, sí. Así se llama mi padre. Pero no entiendo por qué hablamos siempre de él. Mi problema es que no duermo.
—El martes habíamos dejado en aquella anécdota del caballo. A su hermano se le escapaban los caballos, ¿no? —dijo el psicólogo del Gordo Porno, intentando captar su atención, refiriéndose a propósito al hermano gemelo de su paciente.
—No, a mi padre se le escapaban los caballos, los chanchos, las gallinas. Era vago, y se hacía el jefe. Una vez que heredó el campo, se hizo cargo personalmente de todo, pero tan inútil era que se distraía y los peones terminaban corriendo en busca de las bestias y los pajarracos. Lo del caballo era cosa de todos los días.
—Pero no todos los días un caballo aplasta a su hermano gemelo. Hablemos de eso —retrucó el psicólogo.
El Gordo se quedó en silencio. Terminada la sesión, no volvió a análisis ese mes.
Seguía sin dormir y su sobrepeso era su único problema. Todo lo demás no era relevante. Estaba seguro de eso.
Desopilante sesión de psicoanálisis. El Gordo Porno es un personaje inolvidable.