
El reloj del apocalipsis, calculado por un comité de científicos, se mantuvo por tercer año consecutivo a 100 segundos de la medianoche, un cálculo simbólico de lo cerca que está la humanidad de un cataclismo global.
El tiempo en que se calcula la llegada del fin del mundo está basado en las amenazas continuas de las armas nucleares, el cambio climático, las tecnologías disruptivas y el coronavirus. Sin embargo, este año, la aproximación de apocalipsis se exacerbó.

A la proliferación nuclear y las demás amenazas se sumó “un ecosistema de información disfuncional que socava la toma de decisiones racionales”. Por eso, no hubo mejoras en el cálculo para medir la llegada del apocalipsis realizado por la ONG Boletín de los Científicos Atómicos.
“Estamos atrapados en un momento peligroso, que no trae ni estabilidad ni seguridad”, dijo la académica Sharon Squassoni, una de las editoras del informe.

Para revertir el peligro de una catástrofe mundial, los expertos recomiendan, por ejemplo, que los Gobiernos de Estados Unidos y Rusia limiten aún más el desarrollo de armas nucleares, que la Casa Blanca encabece la lucha contra el cambio climático o que se combata la desinformación, entre otras cosas.
Qué es el reloj del apocalipsis
El reloj del fin del mundo es un cálculo que se realiza desde 1947 con un objetivo concreto: alertar a la humanidad sobre qué tan cerca está su autodestrucción.

El Boletín de Científicos Atómicos fue creado en 1945 por Albert Einstein, Robert Oppenheimer y Eugene Rabinowitch, y su trabajo fue fundamental para la fabricación de la primera bomba atómica. Los científicos creyeron que no podían “permanecer indiferentes a las consecuencias de su trabajo”.
Dos años después, publicaron el primer reloj del apocalipsis. Desde entonces, se convirtió en un símbolo mundial que representa el peligro de la humanidad para sí misma, pero también puede verse como símbolo de esperanza, de precaución y de responsabilidad para con el otro.